La norma promueve la construcción de un muro en el sector de la frontera que es principal punto de ingreso de inmigrantes ilegales. A diecisiete años de la caída del emblemático muro de Berlín, esta tendencia mundial asoma como respuesta a los conflictos bilaterales en diferentes puntos del planeta.
Así parece al considerar los muros que Israel construye frente a Cisjordania, el mencionado que E.E.U.U. construirá en la frontera con México, los de España en Ceuta y Melilla, y los que también planean construir entre Chipre y Turquía; Corea de Norte y Corea del Sur; India y Paquistán; India y Bangladesh; Bostwana y Zimbabwe; Arabia Saudita y Yemen; Kirguistán y Uzbekistán; Tailandia y Malasia, sin contar ese muro líquido que se ha tragado centenares de pateras cargadas de africanos y expectativas. Según parece, la “aldea global” no fue planeada para tantos y entonces se reserva el derecho de admisión y permanencia.
En pleno desarrollo de este tipo de políticas internacionales, ambientes tan prósperos para la creación cultural como siempre fueron las orillas, las fronteras, se convierten en angustiantes vacíos de hormigón armado y alambres de púa. Cabe replantear un análisis de la importancia de estos espacios para el desarrollo del ser humano desde tiempos remotos: que hubiera sido de la filosofía sin esa preocupación metafísica por los límites (el más allá, Platón y el mundo de las ideas, Kant, San Agustín, Tomás Moro, Nieszche, entre otros) o de la música sin esa mixtura generada por el cruce de culturas (jazz, tango, hip- hop, candombe, samba, blues, bossa nova). Qué sería de la producción literaria en general, qué Comala o Macondo, esos lugares de convivencia entre los vivos y las ánimas, esas fronteras libres, describirían Rulfo y García Márquez. Sin esa libre vivencia de las fronteras, cuántas aventuras frustradas…triste Ulises.
El alarmante avance de la intolerancia plantea la sospecha ante lo desconocido y lo extranjero, que luego asociará gradualmente a amenaza, terrorismo, y enemigo. Esta peligrosa lectura de la realidad se aplica también en el interior de nuestros países, donde los muros adquieren características de discriminación explícita y simbólica, ya sea por cuestiones de género, nacionalidad, salud o situación económica. Entre estas formas de murallas debemos incluir los discursos de líderes políticos: “los muros de palabras opacas, (…) muros verbales para ocultar lo que está sucediendo mientras la topadora sigue desmantelando”(1).
Frente a este panorama mundial, parece oportuno recordar que las culturas se construyen en el despliegue de la gente en sus espacios y que tanto la realidad como la cultura son conceptos en construcción, lo cual requiere diálogo, tolerancia y reconocimiento de la diversidad como un valioso aporte a la pluralidad de la comunidad internacional.
F.G.B.